En la sociedad actual, la educación debe contribuir a formar personas que puedan convivir en un clima de respeto, tolerancia, participación y libertad y que sean capaces de construir una concepción de la realidad que integre a la vez el conocimiento y la valoración ética y moral de la misma. Esta concepción cívica y humanista de la educación es la que propugna la Constitución española y ha sido desarrollada por las leyes educativas.
Cuando tanto se habla de la mejora de la calidad de la educación, debe necesariamente insistirse en que tal educación ha de ser capaz de ayudar a todos los alumnos, sin restricciones ni discriminaciones de ningún tipo, a aprender y desarrollarse, a formarse como personas y como ciudadanos, a construir y realizar su propio proyecto de vida en el marco de una sociedad democrática. Sin embargo, no se puede olvidar que los niños y los jóvenes no se educan solamente en la escuela. El papel de la sociedad y de la familia es fundamental para conseguir un desarrollo personal completo y armónico. En concreto, la educación en valores no puede entenderse al margen del ambiente y la influencia familiar.
La familia es la primera institución responsable del desarrollo de valores desde la edad infantil y esa responsabilidad debe ser subrayada. No obstante, tampoco puede ignorarse que en la moderna sociedad de la información hay otros elementos del entorno que los valores y la formación ciudadana desempeñan un papel relevante en la transmisión y conformación de valores en los jóvenes. Una de las mayores novedades de nuestro tiempo consiste en la gran influencia que ejercen la televisión, los medios de comunicación o la información a la que se accede a través de Internet, que son también instancias educativas que se escapan al control de las familias y de la escuela. Al igual que los centros, los docentes y las familias, también estos medios tienen una responsabilidad social en la formación en valores de los ciudadanos que no puede ser soslayada. La confluencia o la contraposición de los mensajes transmitidos desde unas y otras instancias tiene un gran impacto educativo.
“La vida cotidiana o la vida de cada día, es estudiada por las ciencias sociales como el discurrir de un día cualquiera en la vida de las personas que interaccionan, recreando sus vivencias que pasan todos los días, también transcurre la tierra y nuestras vidas.” Bridye, G.Y Watson, S. (2002)
¿Se habrán perdido los valores?En la cotidianidad podemos escuchar frecuentemente frases como “los valores se han perdido.” En nuestra perspectiva, los valores no se pierden, se pierden los seres humanos. Practicar o no los valores, es simplemente cuestión de voluntad: querer hacerlo.
Practicar los valoresDesde esta perspectiva, la cotidianidad se refiere a los procesos y las prácticas interpersonales mediante las cuales se transmiten costumbres y tradiciones, conocimientos, valores e intereses que distinguen a diversos grupos. Conservar las tradiciones de una comunidad o de un país significa practicar las costumbres, hábitos, formas de ser y modos de comportamiento de las personas.
La actitud de servicio en la vida cotidiana Servir no es dominar, tampoco es asumir una posición servil. Servir es la acción visible mediante la cual invertimos nuestro tiempo y esfuerzo para valorar a los demás. Servir a otros voluntariamente, ese deseo de hacer algo bueno por los demás, nos distingue. Optar por servir, dependerá de nuestras actitudes y compromisos, también relacionados con nuestros valores. Independientemente de las diferencias que podamos tener con las demás personas, nunca debemos perder la capacidad para valorarlas.
CONCLUSIÓN Para cultivar los valores, se requiere la práctica continua de estos en la vida cotidiana. Independientemente de las situaciones que enfrentemos, se debe practicar y vivir los valores como la base de la sana convivencia.






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